Mucha gente cree que un plan de marketing es una receta química del tipo “tómate una de estas cada mañana y los dolores desaparecerán”. Pero lo cierto es que un plan de marketing es más bien una dieta alimenticia, acompañada de una buena rutina de ejercicios físicos, y un cambio de malos hábitos por otros más saludables. Con algún suplemento vitamínico cada tanto, eso sí. Pero las vitaminas son la parte fácil. Cualquier desgraciado puede tomarse una pastilla cada día. Pero eso no le hará más saludable.
Que un plan de marketing funcione depende mucho más de la empresa que del consultor. Esto debería ser obvio y no lo es. Al menos no a juzgar por lo que se ve por ahí. Es fundamental que lo tengas claro si estás pensando en invertir un dinero en marketing.
Si no estás dispuesto a esforzarte en seguir la dieta, en cumplir religiosamente con la rutina de ejercicios, en sacrificar esos hábitos nocivos que tanto te gustan, las vitaminas no te van a salvar. El plan no funcionará. Sólo conseguirás perder tiempo, dinero y coleccionar una nueva frustración. Y mientras tanto y a causa de eso, tu mala situación habrá empeorado. En ese caso, el mejor plan será que te ahorres el tiempo y el dinero. Lo digo en serio, sin sarcasmos.
El marketing solo funciona si transforma. Y la transformación requiere esfuerzo, sacrificio, voluntad, decisión y -no puedo negarlo- un poquito de dolor. Un plan de marketing es una molestia. Una puñetera piedra en tu zapato. Lo siento, pero si encaja demasiado bien con el statu quo es que no cambiará nada. Donde no hay tensión, no hay oportunidad. Si es demasiado cómodo, no funcionará. Si te permite seguir con tu rutina, si no te demanda, inquieta, molesta, persigue y cuestiona, entonces algo estamos haciendo mal. Lo siento, otra vez, pero un buen plan de marketing da mucho por saco.
No puedes ignorarlo. No puedes delegarlo. No puedes desentenderte del marketing de tu negocio pensando que otro se encargará. Ningún consultor externo o director interno sufrirá por tu negocio más que tú. Si tú no estás dispuesto a sufrir, ¿por qué lo haría otro?. En serio, es posible cambiar las cosas, puedes aspirar a lo que quieras, otra realidad es posible para tu negocio. ¡Esa es la maravilla del marketing!. Pero si de verdad lo deseas, has de ser tú el primero que se moje los pies, se pinte la cara y, con el cuchillo entre los dientes, se ponga al frente de la revolución.
Si no estás dispuesto a hacerlo, será mejor que te tomes la pastilla azul.